El ejercicio de la excelencia en nuestras
acciones cotidianas, tanto personales como familiares, laborales y en los
negocios solo podrá ser si se adquiere un compromiso; sin compromiso no hay
excelencia y eso implica ser responsable de nuestras propias acciones; sin
compromiso, se descuida la responsabilidad y, consecuentemente, la excelencia de
lo que hacemos.
Una vez que adquieras
el compromiso y asumas de forma directa las responsabilidad por tus acciones, serás
visto como una persona que puede ser respetada, las personas te verán como
alguien con quien se puede contar y en quien se puede confiar, por lo que esto es
un gran rasgo, digno de poseer.
La forma más fácil
de mostrar la responsabilidad es, evitar las excusas. Si llegaste tarde a una
cita, por ejemplo, no se te ocurra una excusa ridícula. Sé franco y di por qué
llegaste tarde, discúlpate por no llamar para informar, por ejemplo. Realmente
es muy fácil culpar a los factores externos por tus errores o descuidos. Si
bien nadie puede controlar de forma absoluta lo que sucede, tu puedes controlar
cómo respondes a ciertas situaciones. Esta actitud puede cambiar completamente
tu vida.
Algunas de las cosas de las que deberás
apropiarte para cumplir tu cometido son, tus relaciones, tu educación, tu
estado físico y hasta tu vida social. A medida que empieces a tomar posesión y
empoderarte de estas situaciones y estados, descubrirás que te sientes más seguro
y capaz de cumplir tu propósito de vida que conlleva a la excelencia.
Sin embargo, una grado de flexibilidad es
necesario; estar dispuesto a hacer las cosas diferentes cuando sea necesario.
Esto significa no ser terco cuando algo definitivamente no funciona. Se puede y
debe tomar consejo e intentar cambiar lo que se está haciendo. Esto ayuda a
aumentar la confianza que tengan las personas en tu actitud y ayuda, a la vez,
tu propia autoestima.
Ser una persona flexible significa que te
sientes satisfecho de responder a una situación de una manera diferente, sin
esa rigidez, a veces torpe, que podría dañar tu imagen y echar a perder tus
propósitos. Y esto nos lleva a otro aspecto importante en la búsqueda del compromiso
con la excelencia en todo lo que se hace: un equilibrio o balance en la vida.
Cuando vives una vida equilibrada, te enfocas
en aquellas cosas que tienen significado para ti. Sin embargo, al mismo tiempo,
sigues teniendo en cuenta a los que te rodean. Tomas decisiones que están acordes
con la forma en que te sientes, procurando agradar a las demás personas. Equilibrar
tu vida implica, por ejemplo, saber cuándo no debes salir con amigos para poder
terminar un proyecto importante; reconoces la importancia de mantenerte
saludable y en forma y actuar en consecuencia con las circunstancias. Cuando
combinas el empoderamiento, la flexibilidad y el equilibrio en tu vida, estarás
bien encaminado para llevar una vida comprometida con la excelencia.
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